Páginas

lunes, 28 de febrero de 2011




¿RESIGNACION O ACEPTACION?
...La experiencia de frustración, además de ser dolorosa, es impulsora de crecimiento. Hay personas que, como los chicos y adolescentes, no pueden soportar tal experiencia: quieren todo, ya. El adulto que está viviendo su edad y que ha asimilado las variadas lecciones que la vida enseña, ha aprendido a frustrarse. Tiene que haberse dado cuenta de que la vida es, por mucho, una especialista en frustrar a los mortales. ¡Cuántos deseos, expectativas, logros se vieron truncados por imponderables! Si no estamos en contacto con esta verdad, vamos a vivir el resto de nuestra existencia insistiendo e insistiendo en que las cosas sean diferentes de lo que son. Por eso, la clave para resolver esta cuestión está dada por la palabra aceptación que nada tiene que ver con la resignación. Aclaremos.
Resignarse tiene que ver con un acto de sumisión, de mansedumbre, de ceder para no causar trastornos, para evitar discusiones o peleas. Cuando uno se resigna no acepta que el deseo propio haya sido frustrado. La resignación siempre incluye enojo, bronca que puede transformarse en deseos de venganza: "Ya van a saber quién soy". La persona resignada queda adherida al objeto perdido o jamás encontrado; no puede ni siquiera entrar en la etapa de duelo por ese objeto perdido. Siempre se lo añora de una manera nostalgiosa. "Nostalgia" es un profundo dolor (algia) por lo que no está (no-sta), por lo que no pudo ser, por lo que ya fue y no sigue siendo (la niñez, los padres de la infancia, la juventud, etc.) En esta condición, la energía de la persona queda estancada en ese objeto imposible.
En cambio, en la aceptación de la frustración de un deseo se pone en marcha un mecanismo de reconocimiento de que la realidad ES la realidad. Este estado permite y favorece el proceso de duelo mediante el cual uno se despide para siempre de lo que no está o no pudo ser y la energía queda liberada para iniciar otro proyecto. Este proceso necesita, en ocasiones, de bastante tiempo según la trascendencia del
objeto perdido.




La resignación implica que uno se ve indefenso frente a lo que le sucede, que uno se siente incapaz de cambiarlo. La aceptación, por otra parte, significa que reconocemos que algo no nos gusta, para de ese modo ser capaces de empezar a modificarlo.


Mucha gente confunde la idea oriental de “aceptar lo que nos sucede sin cuestionarlo”, con la idea de “pasividad”. Esto se debe a una falta de comprensión. No hay vida más estática que la del negador compulsivo, debido a que siempre cargará con los mismos problemas a lo largo del tiempo. En cambio, la vida de aquel que acepta lo que le sucede sin luchar contra la idea, es el que se da a sí mismo la oportunidad de resolverlo. “Aceptar lo que nos sucede sin cuestionarlo” no significa que pensemos que eso que nos pasa está bien. Cuando los budistas hablan de “no cuestionar”, se refieren a “no cuestionar que eso nos sucede”, tan simple y efectivo como eso.




Tenemos en la cabeza tan arraigada la idea de “forjar nuestro destino”, que temblamos frente a la simple mención de la palabra “aceptación”. Eso nos hace negar automáticamente cualquier cosa que no nos gusta, porque nos enseñan a aceptar solamente lo que nos agrada. Y lo que es peor, llegamos a creer que aceptar algo es aprobarlo.
Es hora de empezar a ser un poco más inteligentes, y dejar de aceptar o rechazar determinadas nociones sin tomarnos el tiempo de analizarlas detenidamente. Es fácil dejarse llevar por las generalizaciones, y es cierto que es más cómodo que tomarse el trabajo de pensar por uno mismo, pero si las creencias que aceptamos vienen en paquete, dentro de una “Cajita Feliz”, no esperemos comer hamburguesas de carne...

No hay comentarios:

Publicar un comentario